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Lo que fue el concierto de Metallica en Lima, Peru

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Lo que fue el concierto de Metallica en Lima, Peru Empty Lo que fue el concierto de Metallica en Lima, Peru

Mensaje por DamageInc Jue Ene 21, 2010 1:07 am

"Metallica en Lima: una espera de 35 horas y una recompensa aún difícil de asimilar"

Lo que fue el concierto de Metallica en Lima, Peru 12219aa5-metalica-concierto-lima-p

No dormir, ni comer. Todo valió y la recompensa fue única: ver a los 4 jinetes del Apocalypsis para quedarse con una uña como el más preciado recuerdo.



Acampar en la calle sin ‘sleeping’ pese al frío de la noche; sin protección a pesar del fuerte sol del día. Almuerzos y cenas: nulo. Algunos refrigerios y dolor de pies. 450 soles la entrada para zona M, el lugar más cercano al escenario. 600 sin descuento. 800 y quizá más para quienes tuvieron que comprar reventa. El primer día de compra de entradas ya lo había anunciado: las horas no son obstáculos para ver a tu banda preferida.

¿Locura? Sí. Pero los números nos dan una visión distinta: escuchar las canciones de Metallica en primera fila costó unos 25 soles por canción. Puesto así, la espera de horas y días resultó ‘un sencillo’.

QUE NADIE SE QUEDE AFUERA
La gente estaba literalmente psicótica. La locura no acabó con instalarse con una carpa desde el domingo. El primero llegó mientras salía el sol del último día de la semana. Aún faltaban 61 horas para el show. 24 horas después llegamos 3 amigos y yo (35 antes del concierto), fanáticos también de la leyenda que estaba por pisar Lima. 15 años de espera para nosotros.

Me encontré con un fan a quien bautizamos como ‘mini’ Heatfield, por su parecido con el vocalista de Metallica. Contó que tiene una foto de niño, en la que es idéntico a James de joven. Pero probablemente el ‘identikit’ sea más producto de su imaginación que de la realidad. Había llegado con abundante cinta skotch. No tenía ni carpa, pero sí la cinta adhesiva. ¿Con qué propósito? Conservar su entrada a como de lugar. Quería sellar su bolsillo para que ni por casualidad se le caiga su boleto o alguien se lo robe durante la noche.

Por la misma razón hubo otras personas que durmieron con una mano en el bolsillo. Decir ‘durmieron’ es quizá mucho. La mayoría prácticamente no pudo conciliar el sueño. Durante la noche los fanáticos optaron por dos medidas: unos brindaron, alcohol en mano, por cada minuto que faltaba para el concierto con el fondo de las canciones de Metallica; otros prefirieron intentar descansar para llegar con todas las energías posibles al show.

La gente fue por grupos. Varios se habían organizado por turnos. Unos fueron durante el día y luego le pasaron la posta a los que pernoctaron con entrada en mano.

NADA DETUVO A NADIE
El día del concierto ya se sentía el trajín de la espera. El sol no perdonó y la gente se achicharraba con el calor. Unos precavidos llevaron protección solar. Parecían mimos. Los polos negros no eran buena idea en ese contexto, pero llevar la estampa de Metallica en el pecho era lo único que importaba.

El espíritu seguía intacto a pesar de las horas y a todos les picaban las piernas por correr cuando abrieron las puertas de San Marcos. Pero más horas y la misma cola esperaba a todos los fanáticos en la puerta del estadio, aunque ya dentro de la universidad. Algunos pudieron dormir en el suelo o sentados, a pesar del calor.

La palabra más pronunciada: agua. No tanto para tomar como para refrescarse las cabezas. Lo mismo sucedió ya dentro del recinto. Genial idea que el personal de seguridad repartiera agua como manguera para mojar los cuerpos de todos los fanáticos. “Agua, agua”, “otra, otra”, gritaba la multitud. Y las horas seguían pasando.

Tuvimos entre nosotros a fans ecuatorianos con una bandera de su país y el nombre de Metallica escrito encima. Y aunque por momentos no tuvieron una bienvenida muy cálida de nuestros compatriotas, luego llegaron otros peruanos con la blanquirroja en los hombros y la gente ya se quedó más tranquila.

EL SUEÑO HECHO REALIDAD
En trance. Así se puede definir al colectivo de seguidores de la banda más influyente del trash y el heavy metal en el momento en el que James Heatfield, Kirk Hammet, Lars Ulrich y Robert Trujillo pisaron el escenario. ¿Alguien podía creer que los 4 jinetes del Apocalypsis estaban a solo metros de quienes tuvimos la gracia, la bendición de estar pegados a las rejas que separaban el estrado del público?

29 años tuvieron que pasar para que Metallica pise Lima. La espera fue de distinto tiempo para la gente, pero el ‘feeling’ era el mismo. Los saltos, las manos en alto, el ‘pogo’ realmente brutal, la cabeza de arriba abajo. Los gritos de una energía reprimida por años.

Al menos en la zona M, los temas que causaron mayor furor fueron ‘Master of Puppets’, ‘Sad but True’, ‘Enter Sandman’ y ‘Creeping Death’. Las baladas ‘Fade to black’ y ‘Nothing else matters’ fueron un momento de éxtasis en el show. ‘One’ fue acaso la prueba máxima de que el mejor metal del mundo estaba entre nosotros.

El show de ayer no puede ser considerado solo como una espectacular presentación. La noche del 19 de enero del 2010 fue apoteósica, divina y también apocalíptica. Algunos tuvieron que ser sacados desmayados. La conexión entre la banda y el público fue única. La energía se convirtió en una sola y quienes llegaron a coger alguna de las uñas que aventaron James, Kirk y Robert, o alguna de las baquetas de Lars, sintieron que habían tocado el cielo.

En el piso, entre la basura y el mar de piernas, un objeto diminuto asomaba como si fuese una moneda de oro. Era una uña de guitarra. No cualquiera, una que estuvo en las manos (¿durante cuántos riffs y solos?) de un integrante de Metallica. Sí, de METALLICA. Que sea dicho en mayúsculas. ¿Fue de Kirk o de James? No importa. Era de Metallica hasta hace unos segundos, y ahora estaba en mi bolsillo.

Un amigo alcanzó a coger dos. Una de ellas tenía una forma similar a un rombo pero en punta, con la imagen de la portada del ‘Death Magnetic’, el último disco de la banda. Yo guardé bajo siete llaves la mía apenas llegué a mi casa. Es una reliquia como ninguna otra. Y se quedará allí, esperando que los 4 jinetes del Apocalypsis vuelvan a pisar Lima y el piso de algún estadio de la capital vuelva a temblar al compás del mejor metal de todos. Metallica en Lima. Aún suena difícil de asimilar.
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